EL TURNO DE LOS PROFES
Estaba tardando mucho en salir una sesión exclusiva hacia los profes. Mira que salimos nombrados cada semana y nos dedican tiempo en todo momento, pero hasta ahora, no habíamos acordado hablar detenidamente sobre ellos o nosotros (me incluyo).
Normalmente, siempre empezamos estas sesiones con sus diferentes impresiones y comentan sus valoraciones de diferentes momentos que hemos vivido. Últimamente, se decantan más por aquellos aspectos más positivos que negativos, lo que agradezco y lo que nos hace tener un ambiente más sano.
Una vez superada la fase inicial y acabado el proceso de selección del tema que nos gustaría abordar, nos explican la siguiente reflexión: ¿Por qué los profes parecen amargados constantemente? La chica que lo expone explica su frase lapidaria y nos cuenta que últimamente, el comportamiento de muchos de los profesores que tiene o le estamos dando clase, presentamos un aspecto un tanto catastrófico y que la negatividad se hace presente en nuestros comentarios, explicaciones, referencias hacia ellos,... Y este fue el punto de inicio (¡toma ya, ahora aguanta el chaparrón!).
La primeras impresiones hablaban sobre el sentir que tienen hacia nosotros y qué piensan sobre esa oración. Valoran que últimamente son mas conscientes que estamos totalmente irritables, "queréis que nos salgan bien las cosas o incluso perfecto, y como no siempre es posible, os amargáis", "al no sentiros escuchados, reaccionáis mal", "al ser adultos, vivís en tensión y os frustráis por muchas de las cosas que os van surgiendo", "sentís envidia porque no podéis hacer las cosas que hacemos nosotros: jugar, hablar con nuestros amigos, pasarlo bien en todo momento,..."
Concluidos los posicionamientos genéricos, les invite a concretar más y fue el turno de intervenciones muy interesantes:
-"Pienso que no estáis amargados. Solo que en ocasiones sale vuestra melancolía y os ponéis así. También tenéis muchas responsabilidades."
-"Tener que mezclar su trabajo y tu propia vida es complicado. "Lucháis" contra gente que está muy alterada".
-"Creo que depende de cada profesor. Podéis tener motivos personales y por eso estáis así."
-"Valoro que es excesivo decir que todos estáis así. Os enfadan actitudes y que no salgan las actividades"
-"Para mí, la palabra es estresados. Tenéis muchas cosas que hacer y nuestro comportamiento, en ocasiones, no ayuda."
-"Vuestra cara dice mucho al empezar una clase. Veo cuando puedo hacer tonterías o cuando no puedo ni tocarte".
Nos han dado por todos lados. Ha sido interesante escucharlos y ver que percepción tienen de nosotros. Si en otras ocasiones he hablado que para los chicos el peor trimestre es el segundo, a los profes, pienso que nos toca ese bajón en el tercero. Pagamos el cansancio y el esfuerzo del curso, nos volvemos muy sensibles, nuestra paciencia se va agotando y los chicos, que no tienen ni un pelo de tontos, nos conocen tanto que nos manejan como quieren. Nuestras reacciones les marcan y su percepción sobre nuestro estado de ánimo es más evidente.
La siguiente pregunta fue algo muy inquietante: ¿qué es lo que te hace valorar a un profesor o no apreciarlo tanto? Y fue el momento estrella. Expresaron tantas buenas actitudes que favorecen la progresión de un alumno que me ha hecho ser consciente del gran trabajo que me queda por hacer.
-"Que sea veterano y maneje el comportamiento de los alumnos. Un profesor debe ser respetado sí o sí."
-"Que me entienda y que me escuche, creo que es lo más importante".
-"Que nos ofrezca actividad nuevas y cambiantes a lo largo del curso. La rutina hace que me aburra".
-"Que sea abierto con sus alumnos".
-"Yo necesito que sea cercano. Me da igual la edad pero no poner barreras".
-"Que sus gestos diarios o de inicio me lleguen y me hayan llamado la atención."
-"Que haga de la clase de un ambiente distendido."
-"Que sepa enseñar y domine el tema del que nos habla".
-"Que me respete y me trate bien".
-"Que transmita alegría e ilusión por lo que hace."
También se detuvieron en actitudes que no favorecen a la relación entre profesores y alumnos:
-"Si es aburrido, no me gusta. Necesitamos acción y estar haciendo cosas que nos gusten".
-"Si humilla o ridiculiza... hace que no me guste nada ese profesor."
-"Que la rutina sea su forma de ser y actuar".
-"Que no resuelva las dudas que pueda tener."
-"Que esté apagado o tenga una calma excesiva".
Posteriormente, ellos mismos me preguntaron que valoraba yo o qué me hacía apreciar a un profesor. Rápidamente, me vinieron personas a la cabeza, aquellos maestros que a lo largo de todos mis años estudiantiles me habían marcado de alguna manera o he podido disfrutar. No puedo olvidarme de Juan Carlos, José o ya como compañero de profesión, un tal Paco (que tío más grande, merecería una sola entrada por todo lo que nos ha dado). Compartí con ellos mis impresiones y realmente, coincidían en todo lo que había salido de sus bocas.
Creo que mi profesión es algo compleja (dicen que cada día más), que tiene que enfrentarse a muchos frentes y que es necesario saber un poco de psicología, otro poco de saber motivar, otro de saber cuidar y escuchar, otro de... Pero lo más importante, lo que más valoro, es que ese profesor me transmita vida. Vida para luchar, vida para ilusionarme por aprender, por transmitir, por imitar, por enseñar a pensar y decidir, por valorarme, por confiar en mí,... por ayudarme a crecer como persona en todas mis facetas.
Una vez concluida nuestra sesión, os traslado el resto de temas que estuvimos valorando antes de inclinarnos hacia este:
-¿Por qué, después de haber tenido una relación entre novios, sale el odio entre ellos?
-¿Qué motivos tenemos para creer en Dios?
-¿Por qué nos da vergüenza hablar de cosas como las relaciones sexuales?
-¿Por qué los niños no tenemos derecho a opinar sobre temas que los mayores sí que pueden?
Respecto a nuestros desayunos, hemos podido degustar unas palmeras de chocolate y coco extraordinarias.