Desde hace dos semanas, he sido incapaz de sacar un hueco para poder sentarme. Ya sea porque la gripe me "ha convocado" durante unos cuantos días, o ya sea porque el trabajo de la semana pasada ha reclamado prácticamente todo mi tiempo y atención. Sinceramente, lo he echado de menos. He podido atender el otro blog que estoy compartiendo (más que nada por cumplir con lo pactado y porque también es algo que me ilusiona mucho), pero no he sido capaz de buscar un hueco adecuado para este.
He vivido varias experiencias docentes a lo largo de este periodo y han resultado muy interesantes. Lo "malo" es que muchas de ellas las he apreciado fuera de un aula y en un contexto que no tiene mucho que ver con la educación formal, temas en los que intento centrarme en este espacio. Aunque podría ser muy interesante también compartirlo.
Respecto al tema que me gustaría detenerme hoy, nace de una conversación que he tenido a lo largo de estos días con un gran profesional del mundo docente y con quién comparto muchas inquietudes. Me pareció muy interesante el poder debatir sobre la presencia de las clases y de los colegios en las redes sociales. Y de la cantidad de recursos que tenemos en nuestra mano y que quizás, no sabemos exprimir.
Varios años atrás, decidí unirme a la comunidad de Twitter para ver en qué consistía. Las primeras noticias sobre esta plataforma me llegaron al leer algún periódico deportivo. Veía que ciertos deportistas americanos compartían en esta red sus comentarios y valoraciones de determinados partidos. Al principio no lo vi muy útil, pero poco a poco he ido descubriendo un mundo grandioso y muy interesante en el ámbito profesional, al menos en la educación, que es de lo poco que conozco.
De unos tres o cuatro años para acá, sigo a cientos de colegios, con el objetivo de conocer su actividad, sus dinámicas de funcionamiento, observar otro tipo o estilo de trabajo, posibles recursos que pueda incorporar a las planificaciones que pueda hacer,... También, "sigo" a educadores que comparten sus experiencias y que posibilitan que otros podamos mejorar nuestras actuaciones. La verdad es que es lo que más agradezco de estos "tipos" anónimos, ya que ayudan mucho a sus compañeros de profesión al compartir todo lo que hacen.
Cada día puedo observar miles de fotos que explican brevemente la actividad docente en estos centros y me alegra saber que las clases tienen cierta visibilidad en el exterior. Pienso que siempre ha sido un espacio muy cerrado (al menos lo que yo conocía o conozco) y que cada vez vamos derribando ciertas barreras, mostrando al "espectador" una mínima parte de lo que sucede en una clase. También se puede apreciar que el mundo de la educación y el "arte" de dar clase va cambiando rápidamente. Dejamos atrás modelos expositivos y comenzamos a sentirnos cómodos con otros más experienciales. Y eso me gusta. Me gusta ver que algo va cambiando y que se lo mostramos al mundo con orgullo, pero también con lentitud.
Otro aspecto que me satisface es el cuidado de la imagen que ofrece cada centro sobre sus actividades y vida colegial. Esto es un arma de doble filo, porque en ocasiones, puede interpretarse como un mero escaparate que enseña a los "clientes" momentos agradables con los que poder sorprender o llamar la atención. Pero me encanta saber que un amplio grupo de docentes estamos predispuestos a compartir lo que hacemos, dejando alguna evidencia de ese trabajo y con una información útil para otros compañeros de profesión. Y también que los colegios son espacios de vida y de momentos enérgicos que ayudan a que nuestros chicos despierten.
Por otro lado, me tengo que mostrar muy crítico con algún aspecto relacionado con este asunto. En primer lugar, creo que cada centro debería tener marcada una estrategia a la hora de compartir sus evidencias. Pienso que no todo vale y que deberíamos centrarnos en acciones "novedosas", que puedan tener repercusión o que ayuden a otros a reflexionar. Repetir la mismas actividades no es algo muy positivo y puede interpretarse como falta de planificación o de frescura ante el trabajo.
Otro matiz que pienso que se debería tratar con urgencia es la formación docente y el trabajo en las redes. Obviamente, no es fundamental trasladar el cometido de todos los docentes pero creo que nos ayudaría a aprender de los que más experiencia puedan tener. Tenemos profesores con diferentes perfiles: unos que comienzan a trabajar con una base medio sólida en un mundo de conectados, ya que han medio nacido con ello y otros que deben engancharse a este proceso porque no han tenido la oportunidad de hacerlo antes. Y para que todos podamos partir de un mismo punto, o que los maestros tengan la oportunidad de conectar con ello, necesitamos captar al mayor número de miembros.
Para concluir este artículo, me gustaría cerrarlo con una invitación. Empujar a todos los docentes a compartir su trabajo para poder crear una red tan amplia que repercuta directamente en el alumnado. Si nuestro centro de atención obtiene más fórmulas "mágicas" de trabajo (que sean válidas, claro), podremos seguir luchando por cambiar algo que buscamos cada día: despertar a las "bestias" para que mejoren lo que hoy tenemos.
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